Explosión de la colecturía de San Andrés
Accidente ocurrido la noche del 6 de marzo de 1862 en San Andrés Chalchicomula, Puebla durante la segunda intervención francesa en México; en él perecieron 1017 soldados, 25 oficiales, 40 vecinos de la población y un incalculable número de mujeres que acompañaban a los soldados (soldaderas) y su hijos; otra fuente cita que fueron 1322 soldados, 460 soldaderas, más de 500 víctimas civiles e innumerables heridos.
Cuando el ejército francés desembarcó en Veracruz y para impedir que se apoderaran de los pertrechos de guerra ahí ubicados y en la fortaleza de San Carlos de Perote, se ordenó su desalojo y traslado a la ciudad de San Andrés Chalchicomula donde por disposición del jefe político José Ma. Velázquez se depositaron en la ex colecturía de los diezmos por ser un edificio adecuado para tal fin y porque ya se había convertido en cuartel del ejército después de la nacionalización de los bienes eclesiásticos. Cuando sucedían estas maniobras llegó a la ciudad un cuerpo de carabineros a caballo enviado por el general Álvarez el cual se alojó en la colecturía y en los mesones de la ciudad. En estas circunstancias se dio a conocer que llegaría, en previsión del ya próximo conflicto, una brigada de Oaxaca al mando del Genaral Ignacio Mejía, la conformaban tres batallones, el 1°, el 2° y el “Patria”, que eran parte de la 3ª División del Ejército de Oriente comandado por el general Ignacio Zaragoza.
Las autoridades locales consideraron pertinente reubicar los pertrechos de pólvora y fusilería al templo de Guadalupe ubicado a las afueras de la ciudad, para dar espacio en la colecturía a la Primera Brigada de Oaxaca, que se dirigía hacia Puebla para encontrarse con el grueso del Ejército de Oriente, para lo cual se embargaron carretas y animales que comenzaron a trabajar desde la mañana hasta en la tarde de aquel 6 de marzo.
La Brigada estaba compuesta por los Batallones Patria y el 1º y 2º de Oaxaca, sumando más de 1300 soldados e inmensurable número de soldaderas que les acompañaban en campaña.
Los miembros de la brigada llegaron subiendo la pendiente del Citlaltépetl después de una extenuante marcha, iban con ellos las soldaderas compañeras inseparables del ejército Mexicano vestidas con su falda de percal y un bulto de cachivaches a cuestas; al llegar a la plaza de Chalchicomula a las doce del día y a pesar de todos los esfuerzos no se lograba desalojar los pertrechos de la colecturía, la brigada permaneció en espera por más de tres horas hasta que a las cinco de la tarde se dispuso que ingresara al inmueble de la colecturía sin haber desalojado del todo los cajones de pólvora y demás pertrechos; así, mientras entraban y acuartelaban los soldados, salían el resto de la pólvora y fusilería. Ordenadamente se fueron instalando en los dos pisos de la colecturía y en el amplio patio rodeado de gruesos muros colocando sus armas en pabellones, en tanto los arrieros se fueron con las acémilas al aguaje, la mayoría se tiraron al suelo a descansar, los pocos recorrían las calles, y los más agrupados en torno de las fogatas donde las soldaderas recalentaban los sobrantes del día, se disponían a cenar después de la jornada.
La tragedia
Una chispa saltó al depósito de pólvora y una explosión hizo cimbrar la tierra y los techos arrojando piedras y escombros. El retumbo se propagó hasta perderse en el horizonte. Se registró la hora: las ocho con doce minutos de la noche.
La colecturía permaneció en pie gracias a sus muros de tres metros de ancho pero las casas próximas se derrumbaron en un instante y las de más allá cuarteadas y bamboleantes quedaron en estado ruinoso, la inmensa nube de polvo no permitió ver la magnitud del siniestro sino mucho después, cuando se empezaron a oír las primeras víctimas sobrevivientes cuyos lamentos se reprodujeron como ecos de entre las piedras, la gente del pueblo y los soldados sobrevivientes se dispusieron a trepar sobre los escombros y a remover las piedras en busca de heridos. Se escuchaban las quejas angustiosas de los soldados y los ayes lastimeros de las soldaderas que servían para llegar a ellos. Se trabajó toda la noche y sin descanso solo para rescatar a unos cuantos de los muchísimos que sucumbieron antes de recibir cualquier auxilio.
Al día siguiente cuando se practicó el recuento de la Brigada, los pocos que quedaban, apenas se podían distinguir unos de otros hechos una verdadera lástima. Murieron 1322 soldados y 460 soldaderas muchos de cuyos cuerpos no se pudieron encontrar y otros resultaron de imposible identificación por las horribles mutilaciones. Salieron heridos, de más o menos gravedad, 250 soldados y perecieron más de 500 habitantes de la población.
No siendo fácil sepultar los despojos de todos, se procedió a la incineración para lo cual se prendieron fogatas de diez en diez varas mientras los persistentes olores hacían imposible el tránsito por las calles y en extremo penosa la tarea de limpieza.
Consecuencias
Esta explosión accidental del depósito del parque de la colecturía privó al ejército de la República de un fuerte e importante contingente en hombres y pertrechos que representaban cerca del 20% de los efectivos que ya no participaron el 5 de mayo, el genaral Zaragoza contó solo con 4700 efectivos contra los 6048 de los franceses, pese a lo cual el resultado fue favorable para México, el mismo Zaragoza ante la desgracia juró que batiría a los franceses, lo cual cumplió 2 meses después en Puebla frente a los Fuertes de Loreto y Guadalupe.
La población de Chalchicomula, olvidada en medio de esta tragedia y sobrepasada por los acontecimientos nacionales se tuvo que valer por sí misma, muchas familias desaparecieron o quedaron incompletas y la traumatizada localidad se concentró en sus víctimas sobrevivientes que tuvo la ardua labor de reconstruir sus calles y casas.
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