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El rey ha muerto … ¡viva el rey! | Historias de la Historia

El rey ha muerto … ¡viva el rey!

Después de firmados los Tratados de Ciudad Juárez  (21 Mayo 1911), Porfirio Díaz continúo dando largas a su renuncia. Al otro día de aprobados, el secretario de gobernación, Vera Estañol, leyó ante los diputados federales el contenido del citado convenio, subrayando que el ejecutivo había considerado «que el anuncio de que el señor presidente renunciaría a la presidencia, lanzando de improviso y sin haber ajustado antes las condiciones bajo las cuales los revolucionarios depondrían las armas; más aún, sin conocerse oficialmente cuáles serían esas condiciones, habría sido aflojar de una vez todos los vínculos del orden y la legalidad, que aún mantenían en concierto la mayor parte de la República, y ello habría significado entregar al país a la anarquía, que fatídicamente asomaba en varios ámbitos del territorio nacional, a la sombra de una agitación revolucionaria. .. En vista de esta situación y del clamor general que se oía en toda la República, pidiendo el restablecimiento de la paz y de la seguridad, el ejecutivo consideró que era necesario buscar al conflicto una solución».

Revolucionarios en la batalla de Ciudad Juárez

Revolucionarios en la batalla de Ciudad Juárez

No perseguía otro fin, esta solución, que el de anunciar el propósito presidencial de abandonar el poder y participar, a la opinión pública, que la renuncia de Corral venía en camino, pero, sobre la base de que el jefe de la revolución y sus partidarios prestasen todo su apoyo al nuevo gobierno para establecer, el reinado de la paz, dentro del orden constitucional. A pesar de ello, la renuncia de Porfirio Díaz no llegaba a la cámara de diputados, hasta que el 24 de mayo (1911) el pueblo se desbordó en manifestaciones violentas, por las calles de la ciudad, lanzando injurias y denuestos contra el dictador. ‘»A las nueve de la noche, la multitud que recorría las calles, pidiendo la renuncia, era enorme y presentaba apariencias amenazadoras. La calle de Cadena estaba ocupada por numerosas fuerzas federales, armas al brazo, en espera de órdenes. Las azoteas que rodeaban la casa del insensato dictador estaban coronadas de soldados. I na imprudencia de la policía, en la plaza de armas, provocó las iras de los manifestantes, que atacaron un gendarme; éste disparó su arma contra los agresores y fue la señal para que los soldados que guardaban el palacio nacional y vigilaban desde las torres de catedral, hicieran una descarga sobre la multitud, a la que dispersaron después de causar la muerte de hombres, mujeres y niños».

 

Porfirio Díaz

Porfirio Díaz

 

Un conocido escritor relata los hechos así: «…La paz está firmada, el convenio exige que renuncie (Díaz) a la presidencia; pero se resiste aún. La plebe grita en las calles, el motín arrecia y las tropas se ven obligadas a repeler a la multitud. La sangre corre en la plaza principal y otros lugares de la ciudad de México; la cámara espera desde el veinticuatro las renuncias del presidente y del vicepresidente, pero el general Díaz vacila.

«La sesión de la cámara de diputados tiene que suspenderse, porque el público, desde la galería, pide con exigencia que se discuta la renuncia. El señor Calero, desde la tribuna, pretende calmar a los concurrentes. Lo mismo intenta el señor Peón del Valle. Los dos dicen que la renuncia se presentará al día siguiente. A nadie escucha. No se oye más que un grito: ¡la renuncia! ¡la renuncia!»

José Yves Limantour, consejero de Díaz, le animó a renunciar a la presidencia.

José Yves Limantour, consejero de   Díaz, le animó a renunciar a la                 presidencia.

En el domicilio del dictador, las escenas de la mañana del 25 de mayo llegaron a lo patético: Limantour estaba, ante Porfirio Díaz, con la renuncia en la mano; la cámara iba a reunirse; la familia rogaba; Limantour exigía. Al fin, a las dos y media de la tarde, el dictador firmó. Dos horas después, su renuncia, con la de Corral que había llegado con anterioridad, fue aprobada por el congreso. Entonces, alguien, con voz oratoria, exclamó: «El presidente Díaz ha muerto. ¡Viva el ciudadano Díaz!»

 

La casa de Díaz en Cadena

La casa de Díaz en Cadena

En su renuncia, el ex presidente se sometía a la posteridad, terminando así una larga época de nuestra historia.

El pueblo, al conocer la buena nueva, fue presa de inmensa alegría mientras el dictador se aprestaba a salir del país. Al abandonar la capital de la República, desde la cual dominó durante treinta años al pueblo mexicano, lo escoltaba Victoriano Huerta. En el camino a Veracruz, su tren fue atacado, por algún revolucionario, pero los asaltantes fueron rechazados por las tropas que lo protegían. Ya en Veracruz embarcó en el barco alemán Ipiranga rumbo a Europa. Las clases elevadas de ¡a ciudad le hicieron una ruidosa despedida; el pueblo se mostró indiferente. Al separarse de él, Huerta le prometió fidelidad en su nombre y en el del ejército.

Porfirio Díaz abandonó definitivamente el territorio nacional. Un eco, lejano, parecía repetir: «El presidente Díaz ha muerto».

 

Carta de renuncia del presidente Porfirio Díaz

Carta de renuncia del presidente Porfirio Díaz

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