El pequeño pueblo alemán que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder
Un día después de la llegada de Adolf Hitler al poder (hace ocho décadas), el Partido Comunista Alemán (KPD), perseguido por el nacionalsocialismo, convocó una huelga general en todo el país.
Sólo un pueblo de 4.000 habitantes en el suroeste de Alemania, Mössingen, atendió la llamada de la organización y, según los datos de que se disponen, entre 800 y 1.000 personas salieron a la calle y paralizaron dos fábricas que funcionaban en la localidad.
La policía, sin mayores problemas, terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día en toda Alemania.
Las autoridades de Mössingen, según el historiador Bernd Jürgen Warneken que ha escrito un libro sobre el tema, han tenido a través de la historia dificultades a la hora de confrontar los hechos del 31 de enero de 1933. Ya los nazis durante la década y media de su régimen habían sentado las bases para que la huelga de Mössingen fuera vista como un episodio orquestado por el stalinismo y por los enemigos de Alemania.
Partidos políticos opuestos a conmemorarlo
El que los comunistas hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales perjudicó la reputación de la resistenciaDurante la postguerra, la visión que habían impuesto los nazis sobre la huelga de Mössingen siguió en buena parte vigente, a lo que ayudó al dominio que han tenido durante mucho tiempo en esa región fuerzas conservadoras. Sólo hace 10 años, cuando se cumplió el 70 aniversario, se puso una placa conmemorativa de aquella protesta, pese a que dentro del ayuntamiento hubo resistencias. Sólo uno de los supervivientes de la huelga (Jakob Textor, que murió en 2010 con 102 años) pudo estar presente en ese acto.
Textor mismo, sin embargo, que pintó uno de los afiches de la huelga, nunca recibió un homenaje de la ciudad y el ayuntamiento rechazó una propuesta al respecto cuando él cumplió 100 años.
Esta semana, con motivo del 80 aniversario de la huelga, diversos grupos impulsaron una serie de actos conmemorativos, ante los que se mostraron reacios los representantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) (el partido de la canciller Angela Merkel) en el ayuntamiento de Mössingen.
El alcalde de localidad, el independiente Michal Bulander, quiso aprovechar el aniversario para activar un diálogo entre quienes, como él, consideran la huelga contra Hitler como un acto de resistencia legítimo y aquellos que critican los disturbios que hubo en el marco de la misma.
El libro de Warneken, No pasó nada en ninguna parte, salvo aquí (Das ist nicht nirgends gewesen, ausser hier) apareció originalmente en 1982, en Rotbuchverlag, y recientemente ha sido reeditado por Talheimer Verlag, con motivo del aniversario de la huelga. En el prólogo para la nueva edición, Warneken se ocupa de las dificultades que ha tenido Mössingen con la memoria de la huelga y ve este problema dentro del marco de la tardanza que tuvo Alemania en abordar del pasado nazi y en rendir tributo a aquellos que trataron de resistirse al régimen.
Warneken recuerda que la República Federal de Alemania (RFA) se demoró mucho en ver como algo legítimo la rebelión de los oficiales, encabezados por Stauffenberg, que trataron de dar muerte de Hitler el 20 de julio de 1944.
Si honrar a los rebeldes del 20 de julio (todos ellos de procedencia conservadora) no era fácil, más difícil aún era rendir tributo a la resistencia obrera, muchas veces liderada por el KPD, de la que, dice Warneken, casi no se habló en los medios, ni en los libros de historia durante años, pese a ser la más activa y la que más víctimas puso.
«El que los comunistas hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales no ayudó a su reputación, sino perjudicó la reputación de la resistencia», dice Warneken.
A ello se agregaba un factor local que era el que la que había en Mössingen entre los antiguos nazis y los antiguos opositores al régimen, que en muchos casos eran vecinos o trabajaban en el mismo sitio.
Esto hacía temer, según Warneken, que el recuerdo de la huelga pudiera envenenar la vida social de Mössingen con lo que «el llamado a no resucitar viejas heridas no sólo estaba determinado ideológicamente». Ahora la situación ha cambiado, según Warneken, y el fin de la guerra fría hace que aumente la conciencia de que el pasado rojo también forma parte de la identidad de Mössingen.
Comentarios recientes