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COSMÓDROMO DE BAIKONUR | Historias de la Historia

COSMÓDROMO DE BAIKONUR

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El cosmódromo de Baikonur es la primera base espacial de la Tierra. Desde allí se han realizado 2500 lanzamientos de cohetes espaciales con varios equipos cósmicos pero su mayor riqueza es su historia y las personas que contribuyeron al desarrollo de la industria espacial de Rusia.

Historia e hitos de Baikonur

La historia de Baikonur se inició a mediados del siglo XX. El dos de junio de 1955 se firmó la orden del Estado Mayor General del Ministerio de Defensa de la URSS sobre la creación del Polígono Especial número cinco para las pruebas del primer cohete intercontinental balístico R.7, que podía transportar una carga termonuclear a una distancia de unos 10 000 kilómetros.

El primer lanzamiento exitoso de un cohete se llevó a cabo en ese polígono secreto situado en medio de las estepas de Kazajistán, en agosto de 1955. El cuatro de agosto de ese mismo año el polígono se convirtió en un cosmódromo: allí se realizó el lanzamiento del primer satélite artificial de la Tierra, el Spútnik. Fue un hecho sin igual que dio inicio a la era cósmica de la historia moderna. En aquel entonces, el nuevo cosmódromo recibió su nombre, que se tomó de una cercana población kazaja: Baikonur, que en el idioma kazajo significa “tierras fértiles”.

La creación del cosmódromo, la construcción de su amplia infraestructura y de una potente base de investigación fue uno de los más importantes pasos para el desarrollo de la ciencia y tecnología soviética.

Desde Baikonur se han lanzado naves espaciales tripuladas de las series Vostok, Vosjod y Soyuz, complejos orbitales Salut y Mir, el sistema de múltiples usos Energía–Buran, vehículos interplanetarios y satélites. Más del 50 % de todos los lanzamientos mundiales se han realizado desde esta base espacial.

Otro acontecimiento histórico sin precedentes que atrajo la atención de todo el mundo hacia la base espacial tuvo lugar el doce de abril de 1961: a las 21:07 (hora local) despegó desde allí el cohete Vostok-1, llevando en su interior al primer cosmonauta de la historia, Yuri Gagarin. Durante más de medio siglo de funcionamiento, la base ha colaborado en los principales logros de la exploración del espacio: desde aquí se lanzaron al espacio el primer animal, la perra Laika, el primer hombre, las primeras naves hacia la Luna, Venus y Marte, la nave desde la que el ser humano realizó la primera caminata espacial, las primeras estaciones orbitales y satélites científicos y aplicados.

Entre los años 1970 y 1980 Baikonur fue el principal cosmódromo de la Unión Soviética. Pero tras la desintegración de la URSS, la base quedó situada en el territorio de Kazajistán. Actualmente Rusia tiene un contrato de arrendamiento hasta el año 2050. En Baikonur se realiza más del 50 % de los lanzamientos de las naves espaciales de Rusia. El centro cuenta con dos aeropuertos, 470 kilómetros de vías férreas, 1281 kilómetros de carreteras, 6610 kilómetros de líneas de telecomunicación, 360 kilómetros de oleoductos, 92 puntos de comunicación, así como con una planta de producción de oxígeno y nitrógeno, esenciales para los cohetes.

Una arraigada tradición

En los años de vida del cosmódromo han nacido varias tradiciones, cada una de las cuales cuenta con su historia. La más conocida es que los cosmonautas ven la película soviética Sol blanco del desierto en vísperas del vuelo. Se supone que la película, que trata sobre la valentía y la inteligencia personal que ayuda a sobrevivir en condiciones adversas, trae suerte a los cosmonautas en el espacio.

La historia de esta tradición es amarga. En 1971 Alexéi Leónov, quien formaba parte de la tripulación principal de la nave Soyuz 11, sufrió un malestar y los médicos concluyeron que no podía volar. En vez de Leónov y el otro tripulante, Valeri Kubásov, tuvieron que viajar al espacio tres cosmonautas de la tripulación de reserva. Todo el vuelo salió según lo esperado pero durante el aterrizaje se produjo una fuga del aire y pérdida de presión en la cápsula de descenso. Los cosmonautas Vólkov, Dobrovolski y Patsáyev no tuvieron bastante tiempo para normalizar el sistema y fallecieron.

Esta catástrofe significó una gran falla para todo el programa cósmico de la URSS. Los vuelos estuvieron suspendidos más de dos años, mientras se investigaban las causas de la catástrofe. En este triste periodo, los cosmonautas de la tripulación principal, Leónov y Kubásov, continuaron su entrenamiento e investigaciones en Baikonur, y una vez les ofrecieron ver alguna película inspiradora. La copia del recién aparecido filme Sol blanco del desierto estaba disponible solo en la ciudad de Almatý, la entonces capital de Kazajistán, pero la llevaron a la base para que los cosmonautas pudieran verla. El filme gustó mucho a los cosmonautas y les dio ánimos. Valeri Kubásov concluyó que la película traía suerte. Y en efecto, su siguiente vuelo transcurrió de una manera perfecta. Desde entonces los cosmonautas siempre ven Sol blanco del desierto y, efectivamente, ¡funciona!

El propio Yuri Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio, estableció otra tradición. Gagarin pasó las últimas horas antes de su vuelo en una modesta habitación. Al salir de allí para dirigirse al espacio, dejó su firma en la puerta. Nadie sabe por qué y para qué lo hizo, pero desde entonces todos los cosmonautas dejan su firma en la pared antes del vuelo. Y si bien es cierto que la mujer de limpieza borró la firma de Gagarin, las siguientes firmas permanecen intactas como parte de la memoria del cosmódromo.

Baikonur es una zona militar y por eso el acceso a su territorio está cerrado incluso para los familiares de los cosmonautas. Esta regla se observa desde que así lo determinara el ingeniero general de la cosmonáutica rusa, Serguéi Koroliov. Incluso la esposa de Gagarin supo de su vuelo como todos otros ciudadanos de la URSS: a través de un informativo radial.

Fuente: http://rusopedia.rt.com/

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