Año 1000: El tenedor llega a Europa occidental
Habitual en las comidas de la corte bizantina, el tenedor se introdujo en Europa en torno al año Mil a través de Venecia y de las demás ciudades italianas
n un tratado escrito a mediados del siglo XI, el cardenal Pedro Damián se refería a una princesa bizantina que se había casado con el hijo del dogo de Venecia. A sus ojos, esa princesa había traído de Bizancio hábitos demasiado refinados, impropios de la austeridad de un cristiano; tanto que Dios la castigó haciéndola morir de gangrena. Uno de esos hábitos era el modo de comer: «No tocaba la comida con las manos, sino que hacía que los eunucos se la cortaran en trozos muy pequeños. Después, la probaba llevándosela a la boca con cierto instrumento de oro de dos puntas».
Este es el primer testimonio del uso en Occidente del tenedor, presente en cambio en el entorno bizantino desde hacía siglos. El utensilio que anteriormente empleaban los romanos, una daga afilada, se transformó primero en un pincho y después en un tenedor para ensartar la comida. Los estrechos contactos que Bizancio mantenía con Venecia explican que el tenedor entrara en Europa a través de la República adriática.
Ideal para la pasta
Los primeros testimonios gráficos del tenedor en Occidente se encuentran en una miniatura del siglo XI incluida en el manuscrito de la obra De Universo, de Rabano Mauro, que representa a un rey medieval en la mesa llevándose a la boca un bocado con un tenedor. Una escena parecida se encuentra en una miniatura de la Última Cena en un códice del Hortus deliciarum de la abadesa Herrada de Hohenbourg, del siglo XII. En Italia, el uso del tenedor se extendió a través del consumo de la pasta.
En 1376, un cuento de Franco Sacchetti habla de dos amigos que se dedican a «cortar y engullir con tenedores macarrones muy calientes». A finales del siglo XV, los tenedores eran usados habitualmente por las familias nobles de Florencia: los Médicis se enorgullecían de tener 56 en su colección.
El retraso del norte
En el resto de Europa el tenedor era mucho menos frecuente. Lo que se con
ocía era el trinchador, usado para sujetar la carne mientras se cortaba con un cuchillo; luego, los trozos se cogían con las manos. Los tenedores propiamente dichos se usaban más para tomar ciertas frutas o dulces. De ahí la sorpresa del comerciante francés Jacques Lesaige cuando, durante un viaje a Italia en 1518, participó en un banquete del dogo de Venecia y vio que «estos señores, cuando quieren comer, toman la comida con un tenedor de plata». Desde 1533, Catalina de Médicis, esposa del rey de Francia Enrique II, intentó introducir el tenedor en la corte francesa, inicialmente sin mucho éxito. En 1609, el señor de Villamont, describiendo con todo lujo de detalles los hábitos alimentarios de los turcos, apuntaba: «Nunca usan tenedores, como hacen los lombardos y los venecianos», reconociendo que ésa era aún una costumbre italiana.
El inglés Thomas Coryat también descubrió el tenedor durante una estancia en Italia en 1608. «Observé una costumbre en todas las ciudades y villas italianas por las que pasé que no se usa en ningún otro país de los que he visto en mis viajes. El italiano usa siempre, en sus comidas, una pequeña horca para cortar la carne».
A lo largo del siglo XVII el tenedor fue generalizándose en toda Europa, aunque en una forma ligeramente modificada, pues se añadió un tercer diente (más tarde, un cuarto) y se dio al extremo la característica curvatura que hace más fácil sujetar el bocado.
CORRADO OCCHIPINTI CONFALONIERI
HISTORIADOR
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